sábado, 20 de febrero de 2010

Entre besos y tiros


La sangre corre. Cuatro paredes llenas de silencio, y vos y yo enfrentados, cada uno apoyado en su propio territorio. Te miro con odio, sacando hacia afuera todo mi desprecio. Pretendés estar herido, y cuando te ignoro me clavás un puñal por la espalda. Te vengás, tembloroso pero triunfante, y sonreis con maldad. Tus expresiones me llenan de rabia, pero me consuela tener un buen contraataque. Voy gritando uno por uno tus defectos, tus errores y, desorientado, no podés contestarme. Esta guerra es mia: vos iniciaste el ataque y yo te demostré que de cobarde no tengo nada.
Ahí adelante estan nuestros corazones, juntos y a la vez separados, rotos, irreconocibles...Yo no quiero robar el tuyo ni vos el mio, hace tiempo que nos cansamos de eso. Y tampoco queremos movernos de donde estamos, por miedo a que el otro aproveche un mínimo momento de distracción.
Seguís sin contestarme, sé que por dentro estás buscando la manera de herirme, pero no te diste cuenta: es imposible que me destrozes aún más. Lo único que me mantiene en pie es el coraje de pelear por mí misma. Lo único que te mantiene en pie son las ansias de hacerme desaparecer.
Te sostengo la mirada, y te demuestro cuan fuerte soy. Y lo logro, hasta que caminás, entre la sangre, entre los corazones rotos, hacia mi. Venis con odio, con rabia, con rencor...y me besás. Con tus manos en mi cara, me tenés atrapada y no logro quedarme inmovil. Finalmente, te respondo los besos con alivio...Pienso qué decirte cuando nuestras bocas se suelten pero no logro poner un solo pensamiento en su lugar. Con los ojos cerrados, disfruto de cada toque de tus labios, y en mi mente (ahora si) sólo surge un pensamiento. Basta, esto se termino, no quiero pelear más...
Alejás tu boca de la mía y, aun con los ojos cerrados, me preparo para declararte mis sentimientos mezlcados. Abro los ojos, y vos no estás. El horror y la angustia corren hacia mi, y ahí me quedo. Con la sangre derramada, con las cuatro paredes silenciosas...
Entre besos y tiros, te llevaste tu corazón y el mio.

lunes, 8 de febrero de 2010

Bajo la lluvia


Libre, esa era la palabra exacta, se sentía libre al fin.
Con cada gota que caía sobre su piel, se hundía más y más en aquella realidad paralela a la que ansiaba volver, en donde los problemas no existían y el tiempo se congelaba. Y ella, ella se dejaba mojar por esa lluvia con una felicidad indescriptible, como si el agua le diera pequeños toques mágicos de calma.
Se tomó un minuto para admirar la belleza a su alrededor. Las calles desiertas, el olor de los árboles húmedos, el aire de tranquilidad que se respiraba, el sonido dulce de aquel diluvio que la había empapado de pies a cabeza...Estar peinada, maquillada y presentable, no le importaba en aquel momento. Este era su refugio, y quería quedarse allí para siempre.
Se dió cuenta de que estaba bien, por primera vez en mucho tiempo, y eso no le permitía dejar de sonreir. Se le antojó saltar encima de cada charco que encontraba, y lo hizo, a carcajadas, siguiendo el camino hacia el final de la cuadra. Ya no tenía edad para hacer esas cosas, bien lo sabía, pero aún así lo disfrutaba tanto...
El agua le chorreaba de la ropa y el pelo, y con cada salto se salpicaba aún más. Se detuvo, cerró los ojos, levantó la cara, enfrentando directamente a las gotas de lluvia, y extendió sus brazos.
Libre, esa era la palabra exacta, se sentía libre al fin.